lunes, 30 de noviembre de 2015

La ilusión del guión

Un día, el Señor Lenguaje se empeñó en distribuir las funciones de todos los signos de la ortografía.

1º. Vosotrosos preguntaréis -> ¿?
2º .Vosotros exclamaréis -> ¡!
3º. Vosotros daréis emoción y suspense-> ...

Y así, sucesivamente.
Mientras tanto, el guioncito iba corriendo y saltando de un lado para otro: "Yo quiero ser un micro, yo quiero ser  un micro."

Siendo así, cuando el Señor Lenguaje se cansó de oírlo le dijo: "Me parece genial. Por eso te encargarás de dar voz y de cerrar cada vez que alguien quiera hablar."

Por eso, desde aquel día, cuando tus personajes vayan a dialogar, no te puedes olvidar del guión inicial:
- ¿Me has entendido?
- ¿Me dices a mí?
- Sí, sí -hago una pausa- Hablo contigo amigo lector.

Fran García
Orpesa, 2015

viernes, 27 de noviembre de 2015

El cuento del Punto y Final

Hoy os voy a contar un cuento, el cuento del punto y final...

¿Qué cuento es ese?

Pues mirad, un día me contaron unas letras que llegó un punto que se llamaba Final y ya no pudieron continuar...


jueves, 26 de noviembre de 2015

El hombre con comas...

Hoy os hablaré del hombre con comas.

Es decir, os hablaré de un hombre que cuando le dijeron que el amor no espera, él dijo:
–No, espera, aunque solo sea un ratito.

Y así le dio tiempo a coger ese tren y disfrutar de la vida.

Fran García
Orpesa, 2015

sábado, 21 de noviembre de 2015

¿Dónde vas Señor de Montornés?

Cuenta una leyenda popular, y si no lo cuenta da igual, que hace muchos años, allá por el 1278-1281, Oropesa recibía numerosos ataques por parte de la gente de Castellón de Burriana y del Señor de Montornés, natural de Benicassim.

Los ataques más crueles los protagonizaba este último, Pedro Jiménez y, como parece lógico, siempre venían desde el sur de la villa. Por eso, poco a poco, los habitantes fueron preparándose cada vez más y, al final, era imposible poder atacar desde esta zona.

Estos hechos molestaron mucho al Señor de Montornés, que ni con su alianza con Pedro de Claramonte, el guerrillero más conocido de Castellón, podía penetrar en la localidad.

Entonces, hicieron un pacto con el Señor de Peñíscola, con la intención de arrasarlo todo atacando por el norte.

Desgraciadamente para sus intereses, Jordiet, antiguo vecino de Oropesa que formaba parte de la Corte de Peñíscola, se enteró pronto de la noticia y envió una paloma mensajera hasta el castillo que iba a ser atacado.

<<Queridos vecinos: El Señor de Montornés, el de Peñíscola y Pedro Claramonte atacarán de aquí a tres noches nuestra villa desde las tierras de mi señor. Atentamente: Jordiet.>>

¿Tres noches nada más, como podríamos defendernos?

Beltrán Pérez de Pina, el regente de la época, pensó en pedir ayuda al pueblo de Cabanes, aunque pronto se dio cuenta de que no había tiempo.

Después de mucho pensar, cuando ya solo faltaba un día para el ataque, Bletrán, se resignó y fue a pedirle consejo a su hijo pequeño, que era conocido como el “Señorito”.

Este joven, con sólo doce años, era el más inteligente de la villa y, después de toda una noche en vela, fue capaz de confeccionar su plan.

Por la mañana, dio la voz de alarma y puso todo el pueblo a trabajar.

Él, el carpintero y el herrero iban por un lado, mientras algunas mujeres cosían y los hombres iban a la montaña a por aliagas o leña fina.

Así, cuando ya estaban listos todos los preparativos, se reunieron de nuevo para partir antes de la puesta de Sol y, caminar hacia un paso cercano a la Punta de la Peste, en la zona de “les Amplàries”. Pues, allí establecerían su línea de defensa.

“Era de noche, oíamos las tropas enemigas acercándose hacia nosotros: era el momento. De un lado empezaron a oírse timbales, detrás mío se encendieron montañas de aliaga y madera, mientras el carpintero, el herrero, mi padre y yo levantábamos el demonio que habíamos construido, Tomás, que era el que tenia mejor voz, maldecía a los invasores.”

Y eso es lo que ocurrió, pero el Señor de Montornés lo que vio fue un infierno: llamas gigantes, el sonido de los tambores, pasos a sus alrededores, ruido de huesos rotos y la llegada de un ejército infernal.

Además, y de repente, delante de él se levantó un demonio de unos cuatro metros y después de mirarlo le dijo:

“Señor de Montornés te has equivocado de camino, este es el camino de la muerte y todo el que lo atraviesa me acompaña a mi mundo. ¡ESTÁIS TODOS MALDITOS!”

Entonces, Pedro Jiménez se giró manteniendo la calma, pero detrás de él todos corrían para escapar del maleficio.

Sin más remedio, él hizo lo mismo y la gente de la villa lo celebró como se celebran las grandes victorias.

Al día siguiente, cuando los oropesinos comenzaron a recoger todo lo que habían ensuciado y a apagar el fuego que aún perduraba, encontraron entre las pisadas de los enemigos el escudo del Señor de Montornés.

Fue el “Señorito” el que lo recogió, y lo llevó hasta el mismísimo Rey para pedirle justicia. Para pedir que Oropesa no fuera atacada nunca más, y así ocurrió.

Además, los jueces reales le ordenaron a Pedro Jiménez que devolviera todo aquello robado y, a pesar de todo, aún corre por las montañas la voz del demonio que todos vieron aquella noche, aunquE este, como ya sabéis, nunca fue real.
Fran García
Orpesa 2003

martes, 17 de noviembre de 2015

Amanda ya es Amanda

Amanda era una niña exigente, a la que le gustaba mucho mandar.

Sus frases favoritas eran: “quiero esto”, “mira aquello”, “hazme caso”, “ven aquí” y “ahora”.

Es como si pensara que todos tenemos la obligación de hacerle caso continuamente, como si no tuviéramos nada más que hacer.

Si queréis comprobar lo que os cuento, escuchad esta historia y veréis cómo se comportaba…

La semana pasada cuando llegó al cole por la mañana no podía quitarse la chaqueta, porque ya le viene un poco justa, entonces se acercó a la maestra y le dijo:

- ¡La chaqueta!

-¿Qué?

-¡Qué me quites la chaqueta!

- Querrás decir “por favor”, ¿no?- Le dijo la maestra con una sonrisa.

Entonces Amanda dio una pataleta y contestó:

- No, quiero decir lo que he dicho ¡Qué me quites la chaqueta!

En ese justo instante, la maestra se dio la vuelta al escuchar que Estrella le pedía con educación que le ayudará a abrocharse los zapatos.




Otro día de esa misma semana, en el patio, Amanda había tropezado y caído al suelo. Entonces, Jesús fue corriendo a ver como se encontraba:

-¿Amanda estás bien?

-Sí.

Entonces, él le tendió la mano y le ayudó a levantarse.

Una vez en pie, salió corriendo y Jesús se quedó solo, pensando: “se dice gracias” y por ese motivo, no le volvió a sonreír el resto de la mañana.

Así, poco a poco, podéis imaginar como cada vez le hacían menos caso y ella se daba cuenta, pero no sabía el motivo.



Esa misma tarde, a la salida del cole, su abuelito venía muy, muy contento a recogerla. Ella, al verlo, fue corriendo hasta él y cuando el abuelo esperaba un abrazo, le lanzó la mochila diciéndole:

- Llévala tú.

Y claro, el hombre se molestó:

-Amanda, querrás decir “por favor”, ¿no?

-He dicho lo que he dicho y vamos, quiero ir al parque.

El abuelo no se lo podía creer. Su nieta ni le trataba bien, ni era educada. Por ello, se cruzó de brazos un buen rato y empezó a meditar.

La niña al ver que no le hacía caso, se empezó a desesperar, poner malas caras y revolotear a su alrededor. Al final, cuando no pudo más, se puso roja, roja y grito:

-¡Quiero ir al parque ahora!

Esto dejó al abuelito con la boca abierta y decidió castigarla. Así, se quedaron en los bancos más cercanos de la escuela: una a merendar y el otro a leer su diario en silencio, a unos metros de distancia.



Por suerte, al cabo de más de media hora, apareció por ahí Jesús, que ya venía de columpiarse un buen rato y sin pedir permiso se sentó a su lado.

-¿Por qué no has venido al parque?

-El abuelo no me ha dejado.

-¿Por qué no?

-No lo sé… se ha enfadado y punto.

-Vaya, yo también me enfadé contigo el otro día.

-¿Cuando?

-Cuando te levanté del suelo y no me diste ni las gracias.

-¿Tan importante es esa palabra?

-Claro, ¿no sabes qué: gracias y por favor son palabras mágicas?

-No.

-Pues sepas que con gracias y por favor, vivimos todos mejor.

-¿De verdad?

-Claro, son palabras que nos hacen sentir bien.

Entonces a Amanda, tras mucho tiempo, se le dibuja una sonrisa y Jesús se pone en pie para dirigirse a su casa, mientras le dice:

-Amanda, muchas gracias por haberme escuchado y hasta mañana.

Amanda, se sorprende, pues le gusta que le den las gracias y agradece los consejos de su amigo:

-Muchas gracias Jesús por enseñarme a utilizar estas palabras.



Al cabo de unos minutos, ya ha pensado lo sucedido y decide acercarse a su abuelo para pedirle “por favor” volver a casa.

El abuelo sonriente, le da un abrazo al que Amanda contesta mirando a los ojos con un: “gracias abuelito”.



Y a partir de aquel momento, Amanda cambió sus frases y todo le fue mucho mejor con “gracias” y “por favor”.

Fran García
Orpesa, 2013

viernes, 13 de noviembre de 2015

Lucharé

Cuenta una leyenda popular, y si no lo cuenta da igual, que un día las tropas napoleónicas llegaron a la Villa y al Castillo de Oropesa.

Eran tiempos de guerra, año 1811, y después de muchos intentos de ocupar la población, el ejército invasor decidió avanzar por Cabanes, para llegar a las tierras de Valencia.

Y así fue, cayó Cabanes, la Pobla y todos los pueblos del más allá. Entonces, Oropesa, defendida por la Torre del Rey y el castillo quedó aislada. Sólo el camino del mar la unía al resto de España.

Era la hora, no había ninguna duda, el único foco de resistencia en la retaguardia debía caer al precio que fuera.

“Es Octubre. Muchas cosechas se han perdido a causa de los ataques de los franceses y nuestras tierras están tristes.
Hoy 10 del 10 de 1811 hace dos días que nos asedian, estamos encerrados en el castillo, nadie sabe el tiempo que podremos resistir. Desde aquí veo el bello paisaje de mi tierra y me entristece no poderlo disfrutar.
El enemigo no para de rodearnos, nosotros, esperamos, nuestra arma es la paciencia”


Sí, aquel fue el día. Un cañonazo hizo saltar las piedras de parte de la muralla y el pueblo cayó en manos enemigas. Pocos vecinos opusieron resistencia y los que lo intentaron fueron reducidos hacia la parte más alta de la torre central.

Entonces, el pueblo se rindió y los franceses como muestra de su agradecimiento hicieron saltar por los aires la torre cuadrada que presidía el castillo.

“Ya no se escuchan los tiros, ¿qué pasará? ¿Se habrán rendido todos menos yo?”

Nadie lo sabía, pero Miquel voló con el castillo y voló a trocitos por la falda de la montaña, aunque su alma quedó dormida a lo largo de muchos años, en concreto, unos 128.

Como ya sabréis si lo habéis calculado, era el año 1939, y los aviones alemanes despertaban todo lo que no mataban, y él ya estaba muerto.

“¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¡Cómo ha cambiado todo en una noche!”

Miquel incrédulo vio el castillo destruido, tal y como esperaba, pero los alrededores habían cambiado mucho.

Entonces, a media noche se levantó y comenzó a correr. Pensaba cómo podía haber cambiado todo tanto en una sola noche, pero aun así, todo cuadraba, porque la guerra todavía estaba presente.

De pronto llegó a la vía, después de bajar por unas escaleritas que no conocía. Hasta dudó de estar en su villa, pero algo le dijo que tenía que continuar corriendo y así lo hizo.

Camino del mar continuó encontrándose cosas que no había visto nunca. Incluso la vieja marjal tenía un sabor diferente. Todo esto le hacía sentirse extraño, pero ya veía el Cabo de Oropesa, el “Cabo Tenebrium”.



“Y aquí te encuentro sola, aquí está mi Torre, vigilando el mar. No sé dónde está la gente, ya vendrán. Maldito Napoleón, todo lo has cambiado. Nada es como yo lo recuerdo”

Entonces, Miquel que no comprendió lo que había pasado subió a uno de los miradores y gritó: “LUCHARÉ” y desde ese día vigila la torre esperando que vuelvan sus días.
Fran García,
Abril de 2003

Pd: Ahora sé que la torre del castillo de Oropesa del Mar fue destruida en la retirada de los franceses a lo largo de la guerra y no en su conquista. No obstante, he decidido no modificar este hecho en el cuento, por respeto al texto original.

Tampoco me consta ningún bombardeo en la Guerra Civil, aunque sí cayeron no demasiado lejos y se acaban de encontrar refugios en el castillo, mientras la sierra está llena de trincheras en recuerdo aquellos atroces años.

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