Pedro, intrépido investigador, devoró
con la mirada todos los rincones de aquella majestuosa torre. Y lo
hizo de tal forma que no dejó escapar ningún detalle. Por ello,
acabó recogiendo aquel lápiz roto que estaba abandonado en la sala
de los barcos grabados.
Tomó
en su mano todos los pedacitos y los juntó en el bolsillo de su
camisa.
Cuando
llegó a casa, los puso encima de una improvisada camilla de juguete
y empezó a operar. Su padre, sorprendido le preguntó qué estaba
haciendo, a lo que el niño contestó: “Estoy curando el lápiz que
he encontrado en la Torre del Rey, con un poco de esparadrapo
mágico.”
Entonces,
el padre le dijo: “tal vez fuera de los corsarios que lucharon
contra Barbarroja y contenga todos sus poderes.” Y fruto de ese
convencimiento, de ese simple lápiz manarán las historias más
interesantes jamás escritas sobre Oropesa del Mar.
Menos mal que Pedro no llegó a entender que en la época de los corsarios los lápices no existían. Aunque hay que reconocer, que el poder del convencimiento es muy alto. Pues el convencimiento es una de las armas más poderosas que siempre tendremos a nuestra disposición.
Fran Garcia
Orpesa, 2014
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