sábado, 21 de mayo de 2016

Gabriel y el desierto

Gabriel no era un hombre del desierto, pero por circunstancias de la vida llevaba en él más tiempo del deseado. Muchas veces había visto el reflejo del agua entre las dunas. A veces, con palmeras y todo. Pero cuando se acercaba a ese oasis... no siempre era de verdad. Por ello, se acostumbró a acercarse al agua sin hacerse ilusiones. Lo que le llevaba a ilusionarse más o desilusionarse menos, porque sus espectativas eran más bajas. Pero siempre caminaba hasta los oasis.

Con el tiempo, y sin encontrar la salida de esa inmensidad amarilla, cada vez se volvió más cómodo y ya solo buscaba agua cuando de verdad tenía sed. De hecho, llegó al punto de ver un oasis con palmeras y animales y no acercarse. 

Pensó: "El desierto es demasiado grande." "No hay pruebas de que sea agua de verdad." "Es una oportunidad que puedo dejar pasar." Y así lo hizo. 

Una vez acostumbrado a la sed, ya no volvió a acercarse a ningún manantial. Así, siguió viviendo algún tiempo, pero nunca más sintió el placer de beber un poco de agua al tener sed.

Un oasis es una oportunidad. A veces una ilusión, a veces una realidad. ¿Qué harás al ver un oasis?
No pases sin lanzar una piedra y ver si hay ondas o solo polvo. Las oportunidades no están ahí para dejarlas escapar. 

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